A pesar de parecer propio de una utopía socialista, los nuevos complejos residenciales son tendencia en el seno capitalista y neoliberal del mercado inmobiliario Español. Cada vez son más las constructoras que ofrecen entre sus promociones de obra nueva, urbanizaciones que gozan de todo tipo de servicios comunitarios mantenidos por una mensualidad. Gimnasios, espacios de co-working, piscinas, trasteros, parques infantiles, lavanderías… todo ello sin salir de los espacios comunes.
Aunque la mayor parte de estos servicios en la actualidad son desatendidos, es posible divisar un atisbo de luz en el futuro, un mundo socialista y comunitario posible de autogestión en cada una de las urbanizaciones, que puedan ir reemplazando al modelo actual de vivienda colmena que se lleva arrastrando desde los años 50 y la construcción masiva de ladrillo en España.
El problema del precio de la vivienda en nuestro país y la escasez de oferta de vivienda social, la antigüedad de muchos barrios de las ciudades capitales y periféricos y la escasez de suelo residencial urbanizable que sea útil y cercano a puestos de trabajo, puede en un futuro fomentar el reemplazo de todo un modelo de hogar.
Este texto plantea la posibilidad de un modelo residencial utópico y alternativo que sustituye los barrios por torres y urbanizaciones autogestionadas con todo tipo de servicios y que, a su vez, resuelve el problema de la escasez de vivienda, empoderando y dando competencias de sostenibilidad al tejido vecinal.
Capitalismo brutal: un mundo distópico y post-apocalíptico.
Durante el año 2020 y comienzo de 2021 se ha podido comprobar cómo el sistema de Estado de Bienestar, que ya se venía tambaleando debido a la corrupción y malversación de la clase política, se veía colapsado ante la crisis sanitaria vivida por el COVID-19 y las condiciones climatológicas adversas e inesperadas para las que no existía ningún tipo de preparación (véase temporal Filomena). Si algo se ha venido observado durante los últimos años, es que la literatura de Philip K. Dick o William Gibson más que meras obras de ficción, son textos proféticos y fuente de inspiración para las grandes corporaciones ultra tecnológicas. La alienación de la población y su dependencia a las nuevas tecnologías está ocasionando estragos psicológicos, así como un cambio en los procesos sociales de las nuevas generaciones criadas en el epicentro de este periodo crítico. La disminución de la empatía en la sociedad y un aumento de la brecha entre las ya existentes clases sociales, está siendo el caldo de cultivo para el crecimiento de estas macro corporaciones que no solo acaparan el poder económico, sino que son las que deciden la trayectoria política global. El “high-tech low-life” del movimiento cyberpunk se está haciendo realidad. Ya existen los esclavos del siglo XXI al servicio del capital más aberrante de las últimas décadas.
Puesto que estas corporaciones están obligando al pequeño comercio a echar el cierre debido a la incapacidad para hacerles frente, los barrios han perdido toda la capacidad de autogestión y organización. Sumado a la gentrificación que desde los gobiernos municipales se está potenciando, las colmenas de los años 50 y los edificios de los años 70 poco a poco se podrían convertir en nichos para esclavos al servicio de estos entramados económicos.
Las Torres-Ciudad. Una solución de habitabilidad al capitalismo absurdo.
Como ya se expuso anteriormente, las urbanizaciones de nueva construcción y proyectos arquitectónicos están trabajando para potenciar una diversidad de espacios comunes desatendidos, mantenidos por los propios vecinos. Aunque en la actualidad resulte absurdo e irreverente que los gastos intracomunitarios sufran un exacerbado aumento por añadir piscinas, gimnasios o parques infantiles mientras los salarios son cada vez más bajos, esto podría ser el comienzo de una ficticia utopía socialista y un nuevo modelo de urbanismo. Lo que hoy en día parece un plan para potenciar la natalidad, podría ser la solución de habitabilidad para los mundos apocalípticos que vienen acorde con los grandes literatos y profetas del movimiento cyberpunk.
Imaginemos por un momento un gran plan de urbanismo que sustituya los barrios y comunidades de vecinos que hoy conocemos y que cada vez están más anticuados y fuera de lugar en un mundo donde el teletrabajo, los confinamientos selectivos o las medidas represivas ante catástrofes y situaciones extremas son cada vez más frecuentes, por una serie de torres o urbanizaciones en cuyas plantas, además de los habitáculos o apartamentos residenciales, se dispongan comercios y todos y cada uno de los servicios esenciales necesarios para la supervivencia y bienestar de sus habitantes. Imaginemos ahora qué, en lugar de encarecer los gastos comunitarios externalizando estos servicios, fuesen mantenidos por la propia comunidad. Estos servicios podrían ir desde supermercados a farmacias, pasando por lavanderías, peluquerías o incluso huertos, invernaderos y piscifactorías. Algo así como lo ideado por el director José Luis Cuerda en Un Tiempo Después en el que toda la humanidad vive y desempeña sus profesiones dentro del emblemático edificio Torres Blancas de Madrid diseñado por el arquitecto Saenz de Oiza.
Estas comunidades podrían suponer el fin del neoliberalismo y el capitalismo absurdo, una vuelta de tuerca del primitivismo y el comunalismo abogando por la autogestión y la organización vecinal, restando así en gran parte poder a corporaciones y multinacionales.
Esto plantearía aun así muchos problemas, y muchas formas de solventarlos. Desde problemas políticos que puedan darse en los espacios intracomunitarios, pues hay que tener en cuenta que todas y cada una de las urbanizaciones podrían ser susceptibles a golpes de Estado o formas de gobierno represivas y corruptas, hasta problemas de sostenibilidad o aprovisionamiento.
Es por ello que, si bien pueden ser una solución, también pueden sepultar a toda la clase obrera a guetos esclavistas al servicio de las corporaciones proveedoras de materia prima. Sin embargo, con un tamaño comunitario lo suficientemente grande y con capacidad decisiva para seleccionar a sus proveedores podría perpetuar la vida útil de los trabajadores independientes locales del sector primario a su vez que se reemplaza el modelo urbanístico de las grandes ciudades hasta que poco a poco, cada una de las urbanizaciones sean soberanas y capaces de autogestionarse en un gran grado porcentual.
Arquitectura de la supervivencia
El modelo planteado supone un cambio social absoluto, al igual que el cambio social y político que estamos viviendo en los últimos años y que parece inminente ante el colapso del capitalismo y el modelo de Estado de Bienestar. Este modelo puede suponer una solución a los problemas venideros al facilitar la supervivencia intracomunitaria evitando desplazamientos absurdos a un exterior que, desde una visión fatalista y post-apocalíptica, cada vez parecen ser más peligrosos, mientras se reducen las emisiones contaminantes por vehículos privados.
Más allá de orquestar planes urbanísticos basados en urbanizaciones de viviendas unifamiliares o pisos bajos, orientar las nuevas formas arquitectónicas a altas torres que no solo se extiendan hacia el cielo, si no también hacía pisos subterráneos, aumentando su capacidad y reduciendo su extensión en un terreno limitado, supone la solución más factible de cara un futuro incierto.
Teniendo en cuenta uno de los grandes problemas aún sin resolver que azota nuestro planeta, la gestión de la energía nuclear y sus residuos, parece que, aun sin ser el material más sostenible, el hormigón armado puede ser el futuro de la arquitectura. La recuperación de formas arquitectónicas propias del socialismo soviético y el brutalismo, deberían ser la tendencia a seguir en los planes urbanísticos del futuro.
Abogar por ciudades verticales, autogestionadas y sostenibles, refugios soberanos que sean el azote del neoliberalismo y el capitalismo que ahora está sufriendo su auto-fagocitación. El camino a seguir.